El dos de febrero se celebra, como cada año, la Jornada de la Vida Consagrada, destinada a los religiosos y religiosas, que encuentran en esta jornada una excusa para la oración por las vocaciones, que parecen hacer tanta falta hoy en día. Por ello, no es tanto una jornada de reconocimiento a esa vida dedicada a Dios, sino un momento para recordar su esfuerzo por hacer de éste un mundo mejor, demostrando que la vida religiosa tiene sentido. Para conocer más de cerca esta vida consagrada, Mari Carmen Jiménez, profesora de matemáticas y de religión en primero de bachillerato del colegio Santa María de Elche, de las Hijas de Jesús, nos cuenta su experiencia como religiosa activa.
Pregunta: ¿Cómo surge tu vocación?
Respuesta: Pues surge muy poquito a poco. Realmente, tuve la experiencia de una niña normal y corriente. Luego, más adelante, mirando hacia atrás, recuerdo que Jesús siempre era mi amigo, un amigo más igual que lo eran mis otros amigos de aquel momento, y era alguien importante para mí. Más adelante, en tercero de BUP, vine aquí a Elche, a una pascua que organizaban las Jesuitinas, y allí tuve una experiencia de Jesús más profunda, de que Jesús está vivo, está vivo en mi vida y en la vida de las personas, y que él ha dado la vida por amor y por ayudar. Son experiencias puntuales, pero que me han ido acompañando en mi propio crecimiento. Luego hubo un momento, ya estudiando la carrera de matemáticas que yo me plantee qué quiero hacer con mi vida, qué quiere dios de mí. Y ahí tuve una época como de diálogo de deseos, donde confluyen que Dios me quiere hija de Jesús y yo quiero ser hija de Jesús.
P: ¿Cuál ha sido tu camino hasta aquí?
R: Cuando entre en la congregación, el primer año estuve conociendo un poquito lo que es vivir siendo hija de Jesús. Viví en Sevilla, había terminado ya la carrera de matemáticas, y empecé teología. Luego dos años, que son el noviciado, en los que viví en Salamanca, porque allí es donde se fundó la congregación y donde estaba la casa novicial. Dos años más viví en Granada, terminando la carrera de teología, y cuatro años he vivido en Murcia. En esa época tuve una experiencia de formación más intensiva en Roma, antes de los votos perpetuos, durante unos cinco meses, junto con todas las hijas de Jesús que estamos en esa misma situación, de preparación inmediata a los votos perpetuos, y luego vine aquí y en diciembre del año pasado hice los votos perpetuos y empecé mi tercer curso como profesora. También tuve una experiencia muy rica para mi vida, dentro de mi opción y de mi crecimiento, de un verano en República Dominicana, que tuvimos un encuentro de jóvenes, en el que nos involucramos en la misión de las Hijas de Jesús, yendo a la parte de las lomas, que es la zona más deprimida, a un barrio de chabolas.
P: En una sociedad que es cada vez más materialista, ¿qué le puede aportar a alguien la vida religiosa?
R: A la persona que lo vive, para mí en concreto, es el sentido de mi vida. Yo cuando me plantee mi vocación, qué quiero hacer con mi vida y que quiere Dios de mí, la premisa era que Dios me quiere feliz, porque Dios me quiere muchísimo, como quiere a todo el mundo. Entonces, a la persona que lo vive, le aporta el ser feliz y el realizar aquello que le llena y a lo que se siente llamada. Y a la sociedad le aporta un testimonio de que se puede vivir de otra manera, que el mundo sufre mucho y vivimos en un mundo que tiene muchísimas cosas de sobra y que muchas veces, no nos damos cuenta de que más allá de nuestra casa o de los nuestros, de un bienestar, pues hay barrios muy deprimidos, y hay un tercer mundo que está muy mal. Hay que dar un testimonio de solidaridad con los que sufren, con los que están crucificados en nuestro mundo, y testimonio de que de ahí se puede salir y hay una vida que merece la pena. Dios es amor y testimonio de amor.
P: ¿Es preocupante que ahora hayan menos vocaciones?
R: Yo creo que el señor va hablando a través de la historia y de los acontecimientos. Si nos preocupamos por el número, nos estamos equivocando. El número puede ser un dato para plantearnos qué es lo que nos está pasando. El número refleja la situación de la Iglesia en general, no sólo de la vida religiosa. Pero por un lado, con esto nos cuestionamos por donde vamos y por otro lado, hoy en día, quien tiene fe y la proclama y la vive, lo hace de manera mucho más auténtica que en otros tiempos en los que era la costumbre y todo el mundo nacía, era bautizado, iba a misa los domingos… no se planteaba como una opción de vida. Por eso, creo que puede ser bueno el que nos podamos plantear hacia donde vamos.
P: ¿En qué sentido sirve esto a la Iglesia para saber si tiene que cambiar?
R: Debería servirle para ser más coherente, que si decimos que la iglesia apuesta por los pobres, pues que apueste por los pobres y no tengamos posturas contradictorias, por ejemplo. Damos testimonio con toda nuestra persona y toda nuestra vida. Tiene que ir muy coherente lo que proclamamos con lo que vivimos. Por eso creo que hay una llamada fuerte a coherencia, a buscar la respuesta a los problemas de hoy y a las situaciones de hoy y estar actualizado en todos los problemas sociales, sobre todo, con una postura clara y firme, que parece que actualizarse es decir todo vale, y eso no es así. Hay que ser fieles al evangelio, a lo que da vida, a lo que es seguir a Jesús.
P: ¿Hay conciencia entre la gente de pertenecer a una Iglesia?
R: Yo creo que se tiene todavía conciencia de que la Iglesia es la jerarquía, y cuando se habla de Iglesia se está hablando de la jerarquía. Y hay mucha crítica a esa Iglesia. Si fuésemos capaces de crear una conciencia de Iglesia, de la Iglesia somos todos, pues sería mucho más rico. Hay que pensar en Iglesia como comunidad de cristianos, que tenemos cada uno nuestros defectos y nuestras cualidades como todo el mundo, pero que nos caracterizamos porque queremos seguir a Jesús, queremos vivir lo que él vivió y desde ahí, crear un mundo justo.
P: ¿Qué crees que pueden hacer los laicos por esas vocaciones?
R: Primero de todo, que se cree conciencia de que la vida es vocación, darle importancia a la vida como vocación, que cuando nos planteemos o ayudemos a los jóvenes a plantearse su vida, un padre de familia no sólo hable con su hijo sobre qué va a hacer profesionalmente, sino qué va a hacer afectivamente. Eso haría que en los jóvenes pudiera detectarse más si una persona tiene una llamada, si va a formar una familia, a comprometerse en la parroquia, a ser religioso contemplativo, a ser religioso activo, en definitiva, a plantearse su vida. Hay que suscitar la pregunta de cual es el sentido de nuestra vida, y una vez suscitada, abrir el campo de posibles respuestas, formando una conciencia madura para elegir libremente y desde el encuentro con Jesús, desde el encuentro personal con él.
P: ¿Se necesita reforzar valores?
R: Sí, desde luego. A mi me gusta mucho la pastoral y en ese sentido, creo que tenemos mucho camino por recorrer. Durante una época, se ha hecho mucho hincapié en transmitir valores cristianos, en que los niños sean buenos, sean tolerantes, sean comprometidos, sean generosos, solidarios... los valores cristianos son los valores éticos que toda sociedad y los derechos humanos reconoce, con lo cual, los jóvenes manifiestan que no hace falta seguir a Jesús para ser buena persona, y eso es cierto, pero lo que hace falta es favorecer el encuentro personal con Jesús, de decir esta persona es importante para mí, y yo soy importante para él, y Dios me quiere y ha dado su vida por mí. Y por eso, yo quiero hacer la vida que él quiera de mí.
P: ¿Cómo resumirías tu experiencia?
R: Por un lado, para mí ha sido un año muy significativo por los votos perpetuos. Ha sido un año de asentar todo mi ser, en el que lo más profundo de mí está en ese seguimiento a Jesús, como Hija de Jesús, en ese querer seguirle con el resto de mi congregación, allí donde sea enviada. Ahora mismo estoy aquí, en Elche, y toda mi dinámica de vivencias para darlo a los demás, están en las circunstancias concretas de esta sociedad ilicitana, de este colegio, y del barrio de Carrús.
Pregunta: ¿Cómo surge tu vocación?
Respuesta: Pues surge muy poquito a poco. Realmente, tuve la experiencia de una niña normal y corriente. Luego, más adelante, mirando hacia atrás, recuerdo que Jesús siempre era mi amigo, un amigo más igual que lo eran mis otros amigos de aquel momento, y era alguien importante para mí. Más adelante, en tercero de BUP, vine aquí a Elche, a una pascua que organizaban las Jesuitinas, y allí tuve una experiencia de Jesús más profunda, de que Jesús está vivo, está vivo en mi vida y en la vida de las personas, y que él ha dado la vida por amor y por ayudar. Son experiencias puntuales, pero que me han ido acompañando en mi propio crecimiento. Luego hubo un momento, ya estudiando la carrera de matemáticas que yo me plantee qué quiero hacer con mi vida, qué quiere dios de mí. Y ahí tuve una época como de diálogo de deseos, donde confluyen que Dios me quiere hija de Jesús y yo quiero ser hija de Jesús.
P: ¿Cuál ha sido tu camino hasta aquí?
R: Cuando entre en la congregación, el primer año estuve conociendo un poquito lo que es vivir siendo hija de Jesús. Viví en Sevilla, había terminado ya la carrera de matemáticas, y empecé teología. Luego dos años, que son el noviciado, en los que viví en Salamanca, porque allí es donde se fundó la congregación y donde estaba la casa novicial. Dos años más viví en Granada, terminando la carrera de teología, y cuatro años he vivido en Murcia. En esa época tuve una experiencia de formación más intensiva en Roma, antes de los votos perpetuos, durante unos cinco meses, junto con todas las hijas de Jesús que estamos en esa misma situación, de preparación inmediata a los votos perpetuos, y luego vine aquí y en diciembre del año pasado hice los votos perpetuos y empecé mi tercer curso como profesora. También tuve una experiencia muy rica para mi vida, dentro de mi opción y de mi crecimiento, de un verano en República Dominicana, que tuvimos un encuentro de jóvenes, en el que nos involucramos en la misión de las Hijas de Jesús, yendo a la parte de las lomas, que es la zona más deprimida, a un barrio de chabolas.
P: En una sociedad que es cada vez más materialista, ¿qué le puede aportar a alguien la vida religiosa?
R: A la persona que lo vive, para mí en concreto, es el sentido de mi vida. Yo cuando me plantee mi vocación, qué quiero hacer con mi vida y que quiere Dios de mí, la premisa era que Dios me quiere feliz, porque Dios me quiere muchísimo, como quiere a todo el mundo. Entonces, a la persona que lo vive, le aporta el ser feliz y el realizar aquello que le llena y a lo que se siente llamada. Y a la sociedad le aporta un testimonio de que se puede vivir de otra manera, que el mundo sufre mucho y vivimos en un mundo que tiene muchísimas cosas de sobra y que muchas veces, no nos damos cuenta de que más allá de nuestra casa o de los nuestros, de un bienestar, pues hay barrios muy deprimidos, y hay un tercer mundo que está muy mal. Hay que dar un testimonio de solidaridad con los que sufren, con los que están crucificados en nuestro mundo, y testimonio de que de ahí se puede salir y hay una vida que merece la pena. Dios es amor y testimonio de amor.
P: ¿Es preocupante que ahora hayan menos vocaciones?
R: Yo creo que el señor va hablando a través de la historia y de los acontecimientos. Si nos preocupamos por el número, nos estamos equivocando. El número puede ser un dato para plantearnos qué es lo que nos está pasando. El número refleja la situación de la Iglesia en general, no sólo de la vida religiosa. Pero por un lado, con esto nos cuestionamos por donde vamos y por otro lado, hoy en día, quien tiene fe y la proclama y la vive, lo hace de manera mucho más auténtica que en otros tiempos en los que era la costumbre y todo el mundo nacía, era bautizado, iba a misa los domingos… no se planteaba como una opción de vida. Por eso, creo que puede ser bueno el que nos podamos plantear hacia donde vamos.
P: ¿En qué sentido sirve esto a la Iglesia para saber si tiene que cambiar?
R: Debería servirle para ser más coherente, que si decimos que la iglesia apuesta por los pobres, pues que apueste por los pobres y no tengamos posturas contradictorias, por ejemplo. Damos testimonio con toda nuestra persona y toda nuestra vida. Tiene que ir muy coherente lo que proclamamos con lo que vivimos. Por eso creo que hay una llamada fuerte a coherencia, a buscar la respuesta a los problemas de hoy y a las situaciones de hoy y estar actualizado en todos los problemas sociales, sobre todo, con una postura clara y firme, que parece que actualizarse es decir todo vale, y eso no es así. Hay que ser fieles al evangelio, a lo que da vida, a lo que es seguir a Jesús.
P: ¿Hay conciencia entre la gente de pertenecer a una Iglesia?
R: Yo creo que se tiene todavía conciencia de que la Iglesia es la jerarquía, y cuando se habla de Iglesia se está hablando de la jerarquía. Y hay mucha crítica a esa Iglesia. Si fuésemos capaces de crear una conciencia de Iglesia, de la Iglesia somos todos, pues sería mucho más rico. Hay que pensar en Iglesia como comunidad de cristianos, que tenemos cada uno nuestros defectos y nuestras cualidades como todo el mundo, pero que nos caracterizamos porque queremos seguir a Jesús, queremos vivir lo que él vivió y desde ahí, crear un mundo justo.
P: ¿Qué crees que pueden hacer los laicos por esas vocaciones?
R: Primero de todo, que se cree conciencia de que la vida es vocación, darle importancia a la vida como vocación, que cuando nos planteemos o ayudemos a los jóvenes a plantearse su vida, un padre de familia no sólo hable con su hijo sobre qué va a hacer profesionalmente, sino qué va a hacer afectivamente. Eso haría que en los jóvenes pudiera detectarse más si una persona tiene una llamada, si va a formar una familia, a comprometerse en la parroquia, a ser religioso contemplativo, a ser religioso activo, en definitiva, a plantearse su vida. Hay que suscitar la pregunta de cual es el sentido de nuestra vida, y una vez suscitada, abrir el campo de posibles respuestas, formando una conciencia madura para elegir libremente y desde el encuentro con Jesús, desde el encuentro personal con él.
P: ¿Se necesita reforzar valores?
R: Sí, desde luego. A mi me gusta mucho la pastoral y en ese sentido, creo que tenemos mucho camino por recorrer. Durante una época, se ha hecho mucho hincapié en transmitir valores cristianos, en que los niños sean buenos, sean tolerantes, sean comprometidos, sean generosos, solidarios... los valores cristianos son los valores éticos que toda sociedad y los derechos humanos reconoce, con lo cual, los jóvenes manifiestan que no hace falta seguir a Jesús para ser buena persona, y eso es cierto, pero lo que hace falta es favorecer el encuentro personal con Jesús, de decir esta persona es importante para mí, y yo soy importante para él, y Dios me quiere y ha dado su vida por mí. Y por eso, yo quiero hacer la vida que él quiera de mí.
P: ¿Cómo resumirías tu experiencia?
R: Por un lado, para mí ha sido un año muy significativo por los votos perpetuos. Ha sido un año de asentar todo mi ser, en el que lo más profundo de mí está en ese seguimiento a Jesús, como Hija de Jesús, en ese querer seguirle con el resto de mi congregación, allí donde sea enviada. Ahora mismo estoy aquí, en Elche, y toda mi dinámica de vivencias para darlo a los demás, están en las circunstancias concretas de esta sociedad ilicitana, de este colegio, y del barrio de Carrús.
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