José Ramón Yébenes, miembro del Consejo Económico de la Diócesis Orihuela-Alicante.
Hoy, 19 de noviembre, es el día de la Iglesia diocesana. Por ello, es un día de celebración para todos aquellos que pertenecen y que trabajan con la diócesis. José Ramón Yébenes, laico, catedrático de economía financiera en la Universidad de Alicante, es una de esas personas comprometidas con su Iglesia. Este ecónomo colabora, desde hace unos años, con el Consejo Económico de la Diócesis Orihuela-Alicante, un organismo fundamental para la diócesis que, muchas veces, pasa desapercibida.
Pregunta: Cómo laico, ¿cómo surge la idea de trabajar en el consejo económico diocesano?
Respuesta: Cuando se hizo cargo del puesto de ecónomo diocesano, don Francisco Martínez Noguera solicitó alguna persona que le pudiera ayudar en estos menesteres, y entonces un amigo común dijo que había un profesor de la universidad, con experiencia en la empresa privada y que podía ayudar, y así entré. Llevo colaborando cinco, o seis años, lo mismo que lleva don Francisco Martínez Noguera de ecónomo.
P: ¿Cuál es la labor del consejo económico diocesano?
R: Su labor fundamental es la de asesorar al obispo y al ecónomo en las decisiones económicas que debe adoptar, en todos los sentidos. Hay una serie de apartados que deben ser de consulta obligatoria, por ejemplo, la venta de patrimonio, y otros de consulta no obligatoria. En general, el obispado trata de que sus decisiones en materia económica sean lo más consensuadas posibles, que se optimicen todos los recursos económicos de la diócesis.
P: ¿A qué se destina ese dinero?
R: Algo que hay que poner de manifiesto es que la entrega por parte del Estado no alcanza ni el diez por ciento, más o menos, de los gastos de la diócesis. Entonces, el resto de gastos de la diócesis, fundamentalmente en materia de atención a los más necesitados, a los más humildes, corre a cargo de la propia diócesis, así como una buena parte del sostenimiento de los sacerdotes. Piénsese que un sacerdote no cobra más allá de 600 euros, aproximadamente. Entonces, todo el dinero se destina a atender los gastos, pero fundamentalmente, de aquellas actividades que no producen ningún tipo de rentabilidad económica.
P: Hace poco, a dos compañeros del consejo económico le dieron la medalla Pro Ecclesia et Pontifice, a los que sustituís ahora tres ecónomos, ¿significa eso una responsabilidad muy grande?
R: Sí, significa una responsabilidad para no traicionar la confianza que han depositado en nosotros. Supone trabajar, como se dice siempre, gratia et amore, porque las personas a las cuales se les otorgó esa merecidísima condecoración llevaban treinta o cuarenta años trabajando en eso, toda una vida.
P: ¿Qué importancia tiene la economía en la Iglesia?
R: A todos nos gustaría que la Iglesia desarrollase o ejerciera su labor como en los primeros tiempos, en los que no había ningún tipo de aspecto económico. Por ejemplo, yo que he seguido mucho a San Juan Bosco, era curioso observar, que él trataba de que no existiera economía. La prueba es que, por ejemplo, cuando estaba ya bastante grave, se dirige a su segundo, que era el padre Viglietti, que le atendía, y le dice “mira a ver qué tengo de dinero en el monedero”, entonces va allí y le dice “pues en el monedero no tiene usted absolutamente nada”, y contesta San Juan Bosco “pues entonces ya puedo morir tranquilo”. Hay que tratar de compaginar ese espíritu con el espíritu normal de que si no tuviéramos dinero no habría luz, ni agua, ni los maestros cobrarían. Por eso, es evidente que hay que tener un cierto sustento económico, pero sin que eso sea el objetivo. Ese objetivo fundamental, como tantas veces ha señalado nuestro obispo, es tratar de atender a los demás, a los más necesitados. Pero la única forma de atenderlo es, lógicamente, mediante una ayuda económica. Por tanto, se trataría más que de concienciar a la diócesis, de la necesidad de concienciar a cada uno de los católicos.
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