martes, marzo 13, 2007

“El futuro de Madagascar está en vivir el presente”

Gustavo Bombín Espino, misionero trinitario, obispo en Madagascar

Desde Europa, el día a día de los países más necesitados de África se nos escapa. Gustavo Bombín Espino, misionero trinitario, y ahora obispo de Madagascar, lleva veinte años en aquella isla del sur de África, luchando por mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Este misionero, nacido en Valladolid, estudió en Ciudad Real, Andujar (Jaén), Córdoba, y Granada. Fue diácono en Cerfroid, Francia, en 1986, sacerdote en Granada en 1987, y obispo en Tsiroanomandidy, Madagascar, desde 2004, lugar en el que está desde 1987. En esta isla, cuya extensión es mayor que España, Gustavo Bombín está realizando pastorales, animación y creación de escuelas rurales y cooperativas agrícolas, y dedicándose a la atención a personas, mayores y niños enfermos.

P: ¿Cómo comenzó su andadura?
R:
En el pueblo en el que yo estudiaba de pequeño llegaron los trinitarios, dándose a conocer, y ese fue mi punto de partida. Siempre tuve ese gusanillo de ir más allá, conocer otras culturas, y cuando he tenido la oportunidad, al terminar los estudios, pedí irme a África. Entonces los trinitarios sólo teníamos esa casa en Madagascar, no teníamos otro país en África, como tenemos ahora, y allí me fui. Tenía 26 años cuando llegué, y allí empecé a trabajar, en zonas rurales. Pero después de 16 ó 17 estaba cansado, había tenido bastantes crisis palúdicas, bilarcios, cisticercos, en definitiva unas cuantas enfermedades. Decidí venir a recuperarme a España, y pedí irme a El Cairo. Me quedé en Madrid estudiando un poco el árabe, intentando ambientarme un poco en la cultura, y a los siete meses, me llamaron de Roma, para que volviera a Madagascar, pero como obispo. Ahora llevo tres años como obispo.

P: ¿Se han hecho progresos desde que está allí?
R:
Habría que preguntárselo a ellos. Yo lo que te puedo decir es que los frutos son muy lentos, y más a nivel de diócesis, donde tenemos temas de pastoral, de educación, de sanidad, proyectos sociales, de agricultura, de todo tipo. Pero creo que sí que se va viendo un progreso. El número de escuelas a las que nos estamos dedicando está en aumento, el número de alumnos también está aumentando, los dispensarios también están aumentando cada vez más. Y que quede claro que no vamos haciendo competencia a nadie. Estamos haciendo escuelas donde el gobierno aún no llega. Ahora mismo hay 220 escuelas en la diócesis, proyectos de cooperativas agrícolas, porque es una región eminentemente agrícola y ganadera, y con las ayudas y las cooperaciones que tenemos con asociaciones y ONG, y sobre todo, con Manos Unidas, que nos está ayudando bastante desde hace años, sí que se va viendo el progreso, que es muy lento, pero seguro. La gente va comprendiendo que si hay un desarrollo que les puede ayudar a ellos, tienen que ser ellos los protagonistas. Nosotros seremos una ayudita en un momento determinado, pero los protagonistas son ellos. Creo que se está avanzando mucho en ese sentido.

P: Tengo entendido que la población es bastante joven ¿influye eso en vuestros proyectos?
R:
Sí, claro que influye porque es una población jovencísima. Me parece que las estadísticas hablaban de que sólo un 5% son personas mayores de 60 años. Allí la media de vida está entre los 57 ó 58. La mayoría de la población son niños y jóvenes. Es un reto para nosotros ver a esta juventud, que a largo plazo no sabe uno dónde van a acabar, en qué van a trabajar, qué van a hacer. Eso es un problema muy grande que tienen estos países. Nosotros intentamos colaborar con ellos, con proyectos estatales también, con una colaboración muy estrecha entre el gobierno y la Iglesia, intentando dar una salida, buscar cauces y pistas para orientar a estos jóvenes, ya sea con proyectos educativos, con el estudio de lenguas, como el español o el inglés, hemos empezado también con informática, y también con la creación de cooperativas, y de talleres artesanales, para que puedan sentirse protagonistas, y que tengan una entrada económica, puedan autofinanciarse, ser independientes para crear una familia y para poder vivir en la medida de lo posible.

P: ¿Cómo definiría la Iglesia actual actual de Madagascar?
R:
Lo que a mí más me ha chocado en los 20 años que llevo allí es que es una Iglesia que la llevan los laicos. Por ejemplo, en mi diócesis tenemos 345 iglesias, y sólo somos 40 curas, entonces cada uno no puede atender más de dos o tres iglesias los domingos, por las distancias. Entonces están muy limitados, y son los seglares los que atienden a esas otras iglesias. Los verdaderos protagonistas en la iglesia de Madagascar son los seglares. Hay mucho movimiento, la gente es muy participativa, la liturgia, la gestión, la administración de las parroquias, esta en manos de ellos. Es muy bueno que la Iglesia comience con el protagonismo de los laicos. Aquí en España y en Europa, está muy clericalizado todo y es distinto. Allí eso es lo bonito. Ahora estamos celebrando los 50 años de su erección oficial como diócesis. Se ve que es una Iglesia joven, dinámica, y muy viva. Viven en evangelio con mucha más frescura que aquí, con mucha ilusión, porque todavía viven lo que es la novedad del evangelio.

P: ¿Supone eso que haya más vocaciones?
R:
Yo creo que influye. Creo que aquí en España también hemos vivido eso. También es verdad que hay otros inconvenientes con estas Iglesias jóvenes, porque también se mezcla mucho con la pobreza del país y puede haber falsas vocaciones. Es una salida, un puesto de trabajo, un cierto estatus social, pero creo que eso lo hemos tenido también aquí, y hay que hacer un buen discernimiento. La realidad es que las vocaciones allí están en aumento, porque lo sienten con mucha más frescura. Es algo que les atrae, les llena y les anima a seguir.

P: ¿Se presta, por ello, más atención a la formación de agentes de pastoral?
R:
Si, de hecho una de las prioridades de la diócesis es la formación de catequistas y agentes de pastoral, con las distintas responsabilidades de las parroquias, porque los responsables, los que llevan las iglesia son los laicos, e intentamos que estén bien formados, con un bagaje cultural, y pedagógico, a su nivel, de la mejor manera posible, para que puedan responder a este tipo de desafíos y cuestiones que la sociedad, la iglesia y la fe les puede presentar en el día a día.


P: ¿Qué más se prioriza?
R:
En mi diócesis, priorizamos la educación de los niños, ya que la administración todavía no llega a todos los pueblos. Nosotros tratamos con nuestra presencia y el apoyo de asociaciones, y ONG, crear escuelas rurales, ahí donde aún no hay nada, ni escuelas, ni hospitales, ni ayuntamientos. Viendo esa situación, uno no puede llegar, dar la misa e irse. Es un desafío que se nos presenta e intentamos dar respuesta o solución a lo que la gente nos pide. Hay un diálogo, un intercambio de ideas, a través del cual intentamos que la educación sea una de las prioridades como Iglesia, así como la sanidad, y la promoción femenina, sobre todo con las jóvenes. Femenina porque habremos oído muchas veces que si hay algo peor que ser pobre es ser pobre y mujer, por desgracia. En estos países se ve más todavía. Chicas con 15 ó 16 años, ya con un crío o dos, que no han podido ni terminar la escuela, o que no han tenido ni oportunidad de ir, sin haber terminado su etapa de adolescente, tomando el rol de una persona adulta. Intentamos que con talleres de confección, de cómo educar a los hijos, de como hacer comidas, puedan aprender a leer, escribir, a tener otra salida, que pueda enriquecer sus vidas. Los llamamos talleres de promoción femenina, pero también se trabaja a nivel de cooperativas, de creación de artesanía, etc. Todo lo que pueda repercutir en sus economías familiares.

P: ¿Hay algún proyecto de futuro?
R:
Cuando hablamos de futuro en África es un futuro muy cercano, muy limitado. Pero qué duda cabe que lo que intentamos todos, católicos, protestantes, gobiernos, ONG, etc. es que la vida de este pueblo sea una vida más digna y con más calidad. El punto de partida es conseguir que el mínimo esté asegurado, en educación, sanidad, y a partir de ahí, ya se pueden hacer planes de futuro. Es verdad que quien puede, sobre todo en temas de estudio, consigue becas y se puede venir a Europa. Pero la idea es que la gente de Madagascar pueda tener una vida digna, con sus necesidades cubiertas. El futuro de Madagascar estaría en vivir el presente como Dios manda. Es decir, que puedan ir a la escuela, tener un hospital, o medicinas, que no tengan que andar 20 kilómetros a pie porque tenga un hijo enfermo para poder conseguir las medicinas, etc.


P: ¿Crees que es difícil, desde nuestro país, entender esa situación?
R:
A mí antes de conocer estas situaciones me pasaba. Disfrutas de lo que tienes, pero cuando conoces otras realidades, te preguntas como es posible que ellos no hayan llegado a ese estado. Habría que buscar un equilibrio, hacer algo. A veces se me pone la carne de gallina, cuando pienso en estas diferencias, porque pasa algo, y es algo que nos toca a todos, no es sólo cosa de los políticos, de los economistas. Hay que hacer algo, aunque sólo sea hacer saber que ocurren esas situaciones. Por que guste o no guste, hay que contar lo que hay ahí, porque existe, y son situaciones de injusticia social. Es difícil decir quien es el culpable de esto. Quizá si intentáramos solucionar aquello, no haría falta ni buscar culpables.

P: ¿Cómo resumirías tu experiencia?
R:
Muy positiva, yo doy gracias al cielo, a los hombres y al pueblo de Madagascar, que me han dado la oportunidad de conocer esta cultura, este pueblo, que me encanta y creo que estoy bastante integrado. Comparto y gozo de la cultura malgache, de sus costumbres; me han enriquecido muchísimo, y creo que si estos 20 años los hubiese pasado en España, en vez de estar allí, este carácter que tengo no sería el mismo. Me han modelado muchísimo, me ha enriquecido muchísimo, y ahora desde la responsabilidad que tengo, es una nueva experiencia, aunque no deja de ser una cruz enorme, pero intento llevarlo de la mejor manera posible con religiosos y religiosas, con sacerdotes y con los laicos. Donde más tiempo paso es en los pueblos, una vez que acaba el periodo de lluvias, desde abril hasta octubre, con la gente, con las iglesias, con los cristianos, que es lo que me da vida, el estar con ellos, el vivir el día a día, y disfrutar, compartir, en reuniones, en escuelas, en dispensarios, en cooperativas agrícolas. Me ha enriquecido a nivel humano y a nivel cristiano.

1 comentario:

  1. He conocido el obispo Bombín y he coincidido con él en Granada en la universidad. Lo que dice, corresponde a un ser extraordinario. Es un hombre entrañable, muy compromitido, sencillo que admiro profundamente. Es un regalo para todos nosotros poder contar con hombres como él. Me hace pensar en otro gran hombre de la iglesia que es Juan XXIII.
    Me acuerdo de los dos. Son de la misma "familia"

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A ver qué me dices, eh? ¡Todo tuyo!