jueves, febrero 18, 2016

El paso del tiempo (por el escritorio)

No puedo evitar recordar todos los cachibaches que llevaba encima cuando empecé en el periodismo. Me ha venido a la mente porque se han puesto de moda las animaciones donde se ve un escritorio de trabajo hace unos años, en comparación con lo que tenemos ahora. Es increíble como la tecnología lo ha simplificado todo.



Pero no todo lo que dice este gif es cierto. La tecnología nos ha dado la oportunidad de que sobre la mesa no haya más que un ordenador, pero eso no quiere decir que sobre la mesa no haya nada más. Quizá sea por nostalgia, pero creo que nunca lograremos tener el escritorio despejado. Los periodistas, en concreto, seguimos llevándonos nuestras libretas y nuestros bolis a las ruedas de prensa, y en muchos casos, seguimos utilizando agenda de mano. Nada de Google Calendar, aunque también.

Por ello os he preparado este dibujo tan simpático, donde os explico como ha cambiado, para los periodistas, el escritorio:



Para ahorraros trabajo buscando las diferencias, os explico.

Empecemos por el principio: 2004. Recién empezada la universidad empecé a hacer prácticas en un mundo sin tablets ni iPhones, en el que me veía obligada (como cientos de miles de periodistas) a cargar con todo. La agenda, la libreta, los bolis (en plural, que luego vienen los sustos), la grabadora, las pilas de repuesto, el móvil (versión ladrillo), la cámara de fotos... En aquel momento, el escritorio de un periodista sería una cosa así:
Y estas son las cosas que, por norma general, han desaparecido de él:


- El ordenador: de mesa, claro, con su torre de 200 toneladas (que bruta). Con el tiempo, le cogías cariño, pero la verdad es que se paraba veinte veces cuando querías escribir una noticia y hacía un ruido infernal cuando llevabas tres horas transcribiendo una entrevista. Cuanta más prisa llevabas en presentar un texto, más lento iba.

- La libreta y el boli: siempre encima, por si acaso. Nunca sabes cuándo te puede asaltar una noticia. La primera vez que descubrí el bloc de notas en un móvil, tuve la tentación de quemar todas las libretas que tenía. Hoy en día... sigo tomando notas a mano.

- La cámara de fotos. El primer trabajo de fotografía que hice para la universidad lo hice todavía con una cámara de carrete. Menos mal que cuando empecé a trabajar ya conseguí una cámara compacta digital. ¿Eso no lo hacen los fotógrafos? Sí, pero no sería la primera vez que llegas a una entrevista, o a cubrir una noticia urgente y el periódico de turno se ha olvidado de avisar al fotógrafo. O directamente, te dicen que hagas tú la foto. Total, no va a ser portada... (eso último sube mucho la autoestima, creedme).

- Archivadores en el escritorio. Todo lo que escribías, se archivaba. Por si acaso. Dentro de dos meses tienes que retomar un tema porque menganito que denunció a fulanito por no sé qué, ahora le denuncia por otra cosa. Tienes que escribir de ello y contar lo que pasó la vez anterior ¿te acuerdas? Hola, archivador. Ahora, en un disco duro puedes tenerlo todo. Si hubiese guardado en mi super ordenador de mesa todos los archivos de todo lo que escribí, fotografié y grabé, la propia computadora hubiese presentado su dimisión.


- La grabadora. De cinta. Cuando me compré la primera grabadora digital, habían muerto ya dos grabadoras de cinta en mis manos. Aún conservo una caja plagada de cassettes con grabaciones de entrevistas, congresos, conferencias, y un largo etcétera. Son muy chulas, pero van a pilas. Y eso significa que en cualquier momento te pueden dejar tirado porque no sabes qué batería le queda. Por eso siempre hay que llevar dos pilas extra. O cuatro. O incluso otra grabadora en el bolso. Y una cinta demás. Así no falla.

- La impresora. Claro. Es evidente que, si guardas todo lo que escribes en un archivador, necesitas haberlo impreso en algún sitio. Ahí entra en juego nuestra querida impresora. También en los gabinetes de prensa se imprimen las notas para su corrección. Ahora es tan fácil como enviar un correo electrónico y recibirlo con el visto bueno (o no). Menos gasto de papel y menos gasto de sangre de unicornio, digo, de tinta. No obstante, aún hay quien la utiliza. Nostálgicos hay en todas partes.


- Papelera: normalmente los artículos o notas de prensa se escriben unas cuantas veces. A la primera parece que es imposible. Al estilo de los escritores en blanco, los periodistas tenemos días en que nos falta papelera.



Pasemos al día de hoy: 2016. Sin darnos cuenta, nos hemos ido tecnologizando. Eso lo sabe todo el mundo. Con un móvil ahora mismo puedes hacer casi cualquier cosa. Y con wifi ya puedes hacer maravillas. Grabar audio, vídeo, hacer fotos, tomar notas, tener la agenda a mano, los contactos, la edición de fotos, y hasta aplicaciones para escribir directamente si te hace mucha ilusión. Podríamos incluso quitar la mesa. Si nos dejan una silla y un móvil, podemos trabajar perfectamente. Bueno, no, que necesitamos un sitio para poner el café. Así de bonito sería el escritorio de hoy:
Las novedades más destacadas son: el ordenador portátil, la tablet y el póster motivacional. Pero os lo cuento paso a paso:

- El ordenador portátil: ocupa menos espacio y es más rápido, pero los periodistas no hemos cambiado el ordenador de mesa por el portátil por eso. Lo hemos cambiado porque mientras nos traen en el coche podemos terminar la noticia, llegar y enviarla. El tiempo manda. Por lo menos el diseño es más bonico.

- El póster motivacional: vivimos en una sociedad en la que si no dices la palabra coach una vez al día por lo menos, es que eres un sociópata.  Se ha puesto de moda la autoayuda, el coaching y todas esas cosas de las que a mí sólo me gusta una: los pósters motivacionales. Os aseguro que el que ilustra este apartado es el que tenía de verdad en la última oficina en la que trabajaba (No, no me echaron por eso). ¿Anima o no?

- La tablet: somos así. Nos gustan los cachibaches. Echamos de menos cómo íbamos hace unos años, cargados de cosas, y la tecnología es chula. Así que podríamos ir con el ordenador y el móvil a todas partes, pero no, sin tablet no tiene sentido. Hay que decir que no todos tienen, de hecho, son los que menos, pero todos quieren tener una. Todos la necesitan. Y el que diga que no... que me dé la suya, que yo se la guardo.



Casi para acabar: cosas que siguen estando, pero no.

-  Teléfono móvil: ¿Recordáis aquellos teléfonos móviles tamaño ladrillo que sólo servían para hacer llamadas? ¿Recordáis el fantástico mundo de los sms? Pues con eso se trabajaba y todo. Aunque cuando yo empecé a trabajar ya era un poco más pequeños que al comienzo, eran dignos de ver. 


- Teléfono de mesa: te pueden llamar en cualquier momento. Las noticias no te avisan con tiempo. Si se le prende fuego al campo, pocas veces los pirómanos tienen la gentileza de decirnos "en media hora ando por allí". Es verdad que ahorraríamos carreras, pero no tendría tanta emoción. Para eso está el teléfono. Al principio, el teléfono fijo era más que esencial. (Es posible que con el dibujo me haya pasado de vintage, pero me reconoceréis que es muy chulo. Queréis uno, ¿eh? Os he dado envidia.) Ahora, prácticamente sólo se usa el móvil, pero las empresas se empeñan en mantener el teléfono fijo en las mesas. A algunos les han salido ya telarañas.




- El corcho en la pared. Para tenerlo todo a la vista. La lista de temas por escribir, los temas para nevera (que es básicamente cuando te coges vacaciones y dejas preparados varios reportajes para que no te echen de menos), el listado de contactos, fotos, post its con las tonterías más grandes que puedas imaginar, y en el caso de los gabinetes de prensa, recortes de periódicos de cuando tus compañeros de profesión critican tu trabajo. Love. Ahora, aquello que puede tenerse en la agenda del móvil o similar ya no es necesario tenerlo en el corcho. Así queda más sitio para poner tonterías.

- Café. Es una de las pocas cosas que no puede cambiar el tiempo. La tecnología aún no ha hecho nada al respecto y no parece que vaya a hacerlo. Un café es un café y te salva el lunes. Y el martes. Y el viernes también.




Ahora sí, acabamos con un último apunte sobre este señor tan majo que ha hecho las veces de periodista de las ilustraciones:





Lo del 24 es, como habréis podido imaginar, porque trabajamos 24 horas al día, a veces 25. No tiene nada que ver, pero me apetecía recordarlo. Vivimos pegados al móvil. No es ludopatía, estamos deseando alejarlo de nosotros, pero no podemos. Si te descuidas cinco minutos, al volver tienes 30 llamadas porque se ha caído un puente. Es así.
Sobre el resto: es mentira. Los periodistas no llevamos traje, ni vestido de fiesta. Si presentamos una gala sí. Y los jefes de prensa de los gabinetes también, pero sólo a veces. Pero por norma general, los periodistas vestimos según como nos hayamos levantado esa mañana, porque somos almas libres, supongo. Aún así, me he puesto a dibujar y el señor me gustaba más en traje, qué queréis que os diga.

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