Era el sueño.
El que se había roto al despertar.
Y al pisar, descalza, sobre el suelo, sintió sus cristales en la piel,
dejando cicatrices difíciles de curar.
Era el tiempo, el que había sido viento en la ventana,
y al cerrarla,
resulto que ya se había colado y no podía hacer nada para librarse de el.
Una vez allí,
donde no hay manera de librarse del reloj, que sigue sumando horas,
es hora de cumplir nuevos sueños.
Despiertos, para que no se rompan más.
@Kehyna
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A ver qué me dices, eh? ¡Todo tuyo!