A nadie se le escapa a estas alturas qué relación tiene Sherlock Holmes y la investigación criminal. Es de sobra sabido que cada detalle de la escena de un crimen es importante para poder resolverlo y encontrar al culpable, y si hay alguien que nos ha enseñado mucho de eso al común de los mortales es Sherlock Holmes, con un valor añadido, y es que este personaje y sus prácticas para la resolución de crímenes no eran habituales en la Inglaterra Victoriana del siglo XIX. El detective que creó Conan Doyle se adelantó a su tiempo y a los investigadores de su época. Él, se centraba en la observación y el razonamiento deductivo para llevar a cabo el estudio de los crímenes.
Ya hemos hablado en alguna ocasión de la teoría de la transferencia, emitida por Edmund Locard, que aseguraba que cuando un individuo comete un crimen, deja algo de lo que lleva consigo en la escena y se lleva algo de este lugar con él. Fue el primero en teorizar sobre este hecho, publicando sobre ello en 1923. Pero ¿qué ocurre si ese principio ya hubiese sido formulado años atrás? ¿Puede un personaje de ficción haber sido el pionero de las ciencias forenses?
La realidad es que en 1892, Conan Doyle ya hacía referencia en sus novelas a ese intercambio que se produce en la escena de un crimen y, es más, el autor puso en boca de Sherlock Holmes las siguientes palabras: “hace muchos que los criminales tienen dos piernas, dejan huellas, producen alguna abrasión o marcas que pueden ser detectadas por algún buscados científico”. Se trata de un fragmento de La aventura de Peter Black, publicada en 1904.
Desde luego, Sherlock Holmes llama la atención en el uso de técnicas que aún no se empleaban en la policía. No sólo en la atención a los detalles para realizar inferencias, algo que en criminología se sabe fundamental para la resolución de crímenes. Más allá, en El signo de los cuatro, publicado en 1890, Sherlock Holmes hace uso delreconocimiento de huellas dactilares para resolver el caso. Estamos hablando de una década antes de que Scotland Yard adoptara esa práctica para los casos reales.
Aunque no se reconozca como pionero en las ciencias forenses, el hecho de ser un personaje de ficción no ha evitado, por ejemplo, que instituciones como la Academia de Química de Gran Bretaña haya nombrado a Sherlock Holmes miembro honorario por el uso de la química para la resolución de algunos crímenes.
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