Son ya veinticinco años de compromiso misionero entre la diócesis de Chimbote, en Perú, y la de Alicante. Un cuarto de siglo de proyectos y de duro trabajo con el objetivo de llevar la Buena Noticia a todos los rincones del mundo. Monseñor Ángel Francisco Simón Piorno, obispo de Chimbote desde hace más de dos años, y presidente del seguro sacerdotal de Perú, buen conocedor de la obra misionera que se está llevando a cabo en Latinoamérica, nos habla de la problemática del lugar y de su experiencia en Chimbote.
Pregunta: Es usted español, ¿cómo llegó a Chimbote?
Respuesta: Yo era alumno en la Universidad de Comillas y al terminar filosofía, fui a apoyar a aquella Iglesia, la Iglesia peruana, concretamente a la parroquia de San Francisco Javier. Toda mi vida ha transcurrido allí, y aunque soy zamorano, soy español, también he procurado ir asimilando la cultura peruana. La manera de ser sigue siendo española, pero tengo ciertos matices también de aquella cultura.
P: ¿Cual es la relación entre la diócesis de Chimbote y la de Alicante, con la que están hermanados?
R: Son 25 años de cooperación, y eso dice mucho. La Iglesia de Chimbote pidió apoyo a esta jurisdicción cuando recién empezaba la Iglesia allí, y la diócesis de Alicante asumió una parroquia y todas las obras que había en esa parroquia, concretamente la parroquia de Casma (Lima). Ahora, además de la presencia en Casma, el padre Pepe Lozano está en Jimbe, atendiendo otra parroquia.
P: ¿En qué se ha trabajado allí estos 25 años?
R: Se ha trabajado en proyectos de desarrollo, fundamentalmente llevando la parroquia y, ahora, junto a la parroquia de Casma y el centro universitario, se están formando unos 400 muchachos. Además, hay una presencia muy fuerte de la Iglesia, y concretamente de la Iglesia de Alicante en ese grupo juvenil.
P: ¿Es la juventud una preocupación?
R: Sin duda alguna, porque es el grupo más numeroso. Es el presente y el futuro de una Iglesia particular. Allí, hay toda una pastoral juvenil a nivel diocesano, y después a nivel parroquial, también tenemos muchos grupos, pero sinceramente, lo nuestro es una gota de agua en un mar de jóvenes y de necesidades juveniles. Lo que podemos hacer es relativamente muy poco. Aunque tengamos a nivel diocesano a 500 jóvenes, son cincuenta mil, a lo mejor, los que hay en la diócesis; es decir, que siempre seremos una minoría frente a una gran mayoría de muchachos que nunca tuvieron inserción en la Iglesia, o que, si la tuvieron, fue tan endeble que se han desenganchado totalmente de ella.
P: ¿Cuales son los proyectos futuros en Chimbote?
R: Por lo menos, conservar lo que tenemos y seguir teniendo presencia tanto en Jimbe como en Casma. Realmente, me gustaría que hubiera más presencia, pero también veo que aquí el problema de sacerdotes es un problema álgido, y no es fácil encontrar a gente que tenga el entusiasmo y la capacidad de adaptarse a nuevas situaciones, pues es muy duro y supone mucha renuncia y, además, el clero en estas jurisdicciones de España, en general, no tendría esa capacidad de adaptación que es necesaria sin duda alguna.
P: Ahora se habla mucho de globalización y de desarrollo, ¿en qué medida está influyendo eso en los países latinoamericanos?
R: La globalización está teniendo últimamente una gran influencia allí en Perú. Yo creo que cualquier país que se abre a otras realidades, a otros mundos, tiene futuro. Un país que se encierra en sí mismo no tiene ningún futuro. Por lo tanto, la globalización, en la medida en que te ayuda a integrarte con otros países, con otras culturas, es muy valiosa, pero tiene que haber un código ético en el mundo de la globalización. Lo que no puedes permitir es que un país rico engulla a uno pobre, o que un grupo de ricos avasalle a inmensas mayorías de gente pobre. La globalización, a mi modo de ver, debe globalizar la solidaridad y, al globalizar la solidaridad, contribuirá sin duda alguna al desarrollo de todos los pueblos de la tierra.
P: ¿Cuales son los problemas más importantes que se encuentran en Chimbote?
R: Sin duda alguna, lo principal es el problema de la ignorancia religiosa en los grandes colectivos, pero también es muy importante el problema de la pobreza humillante, degradante, a que están sometidas grandes mayorías. Eso me parece que es un problema lacerante que, además, no nos debe, o no nos debería permitir dormir tranquilos.
P: ¿Cual es el reto de la Iglesia latinoamericana?
R: El reto es lograr una Iglesia verdaderamente autóctona, que pueda sobrevivir por sí misma, tanto en el campo puramente religioso, como también en el campo de proyectos sociales y culturales, sin tener que depender de nadie e, incluso conseguir una Iglesia que aprenda a ser generosa, igual que lo fueron con ella otras Iglesias continentales o particulares. Concretamente, creo que la Iglesia latinoamericana está preparándose para dar un poco de aquello que recibió y que, ahora, posee en abundancia, como son las vocaciones, y los sacerdotes; religiosos que contribuyan a una permanencia de la vida religiosa en la Iglesia.
yo soy de la diocesis de chimbotr pertenesi 2 años ala pastoral juvenil . y pude darme cuenta que la pastoral juvenil s la mas olvidada de la diocesis no le toman importancia y dios mediante se haga algo por ello y lo que uno habla debe haserlo i pulse y apolle a la juventud
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