viernes, enero 26, 2007

“LAS GRANDES OBRAS DE LITERATURA SE CONVIERTEN EN ESPEJOS DE LA PERSONA DE CUALQUIER ÉPOCA”

Eduardo Segura, doctor en filología inglesa y experto en Tolkien


En este año, que se cumple el 70 aniversario de “El Hobbit”, la obra con la que J.R.R. Tolkien inició su carrera, este autor sigue estando en boca de todos. De entre sus obras posteriores, la trilogía de “El Señor de los Anillos” ha dado mucho que hablar, sobre todo, después de que Peter Jackson las llevara a cine. Eduardo Segura Fernández, que fue el único asesor español en el guión de esta adaptación cinematográfica, además de ser profesor del Instituto de Filosofía Edith Stein, y doctor en filología inglesa, nos habla del significado de la obra de Tolkien, un autor que ha sido tan alabado como criticado por su obra.


P: ¿Qué ha significado Tolkien en su carrera?
R: Esa es la llamada pregunta nuclear. Tolkien ha sido, para mí una experiencia vital, y sigue siéndolo; es mucho más que un objeto de estudio. Yo he tenido la enorme suerte de dedicarme a profundizar y estudiar aquello que más me llena. Yo soy hijo de artista, mi padre era escultor y pintor, y eso te marca para bien o para mal, pero te otorga una nueva mirada, una manera de mirar a las cosas, distinta. Cuando yo leí El Señor de los Anillos por vez primera, no había cumplido los quince todavía, recuerdo que la impresión que tuve y que no he vuelto a tener con ningún libro, excepto con los de Tolkien, fue que parte de mi propia vida estaba escrita en ese libro en clave, que había un reflejo continuo. Yo a los quince años no sabía decir esto porque, evidentemente, era el primer libro largo de verdad que yo leía de más de trescientas páginas y sin dibujos y entonces, tuve la sensación de encontrarme con un autor que más allá de la peripecia de los personajes, más allá de la aventura evidentemente apasionante que yo estaba leyendo, dejaba traslucir una visión esperanzada de lo que ocurre en el mundo, de la necesidad de mojarse, de comprometerse con lo que uno ha decidido. Y luego estaba Gandalf, que para la mí siempre ha sido un punto y aparte.

P: ¿Qué significó la figura de Gandalf realmente para usted?
R:
Mi vida posterior a esos quince años tuvo muchos altibajos, como en cualquier vida, con muchas alegrías y con muchas tristezas y entonces, la figura de un personaje como Gandalf, que está cuando lo necesitas, siempre ahí, apoyando cualquier cosa que puedas llegar a hacer. Yo recuerdo, por ejemplo, la primera vez que leí El Señor de los Anillos, el momento en que Gandalf muere, la caída de Gandalf en Moria, leer ese pasaje varias veces no dando crédito. Yo nunca había leído un libro en el que un personaje querido desapareciese. Entonces cerré el libro y durante un tiempo, unos días, no pude seguir, con una impresión tremenda de orfandad. La experiencia lectora de El Señor de los Anillos abrió para mí una puerta hacia, sobre todo no tanto a leer más cosas de Tolkien, sino a enterarme de quién era ese señor. Lo siguiente que leí fue una biografía suya bueno, y aunque luego he escrito una mía, años después, me fascinó qué cabeza había sido capaz de crear esto, cómo puede haber un hombre en el mundo que tenga esto en la cabeza.

P: ¿A qué cree que se deben las críticas que ha recibido Tolkien desde los distintos sectores académicos?
R:
El problema es que Tolkien no es fantasía, eso de entrada; pero decir esta afirmación en frío, a más de una persona le escuece, porque salen magos, salen hobbits, salen elfos, pero es que eso no es fantasía, es decir, que hemos juzgado como fantasía a Tolkien a partir de cánones creados por él mismo. Entonces, si es fantasía Tolkien, es fantasía Homero, es fantasía Jasón y los Argonautas, es fantasía La Divina Comedia, y es fantasía el Cantar del Mío Cid. Yo creo que la crítica que recibe Tolkien es de la mentalidad posterior a la Ilustración, es decir, nosotros hemos heredado del s. XVIII, una idea de que la medida de las cosas es la razón, y si las cosas no son razonables, no las podemos aceptar, por lo tanto, si Gandalf no existe porque no va a poder entrar por esa puerta, es mentira, y luego una mentira lo que va a hacer es distraer.

P: ¿Podemos hablar entonces de una reinvención de un género literario?
R:
Sí, y además en el sentido etimológico de la palabra. Invenire en latín significa hallar, encontrar; entonces una reinvención es un nuevo hallazgo de algo que ya estaba. Cuando el mejor amigo de Tolkien, C.S. Lewis, el autor de las Crónicas de Narnia, escribió su reseña de El Señor de los Anillos, en septiembre de 1954, la reseña arrancaba así: “Este libro es como un relámpago en un cielo claro”, es decir con él vuelven a nosotros los ecos de Homero, de la Odisea e incluso más obras; es decir lo que Tolkien ha hecho ha sido incorporarse a una corriente, no tanto a un género literario, que los géneros literarios son divisiones funcionales hechas por una mentalidad, totalmente post-Ferdinand de Saussure, una mentalidad estructuralista en la cual los seres humanos necesitamos cajoncitos para poner las cosas en su sitio y cada cajoncito tiene que tener su etiqueta. El Corte Inglés le pone a Tolkien una etiqueta que pone Narrativa fantástica, pero eso no responde a la realidad profunda de las cosas. A mi juicio, lo que Tolkien ha hecho, ha sido crear, concretamente con El Señor de los Anillos, una obra épica que él no pudo escribir en poesía, no pudo escribirla en verso, porque culturalmente no estamos preparados para leer poesía. Hemos devenido una raza peor, intelectualmente, quiero decir.

P: La obra de Tolkien ha tenido muchísimas lecturas. Se ha dicho que es una alegoría, que tiene una lectura religiosa… ¿cuál es la mejor forma de leer a Tolkien?
R:
No creo que haya una mejor, creo que sí es importante, como espectador de la obra de arte, tener en cuenta al autor. La post-modernidad, si tal cosa existe, nos ha dejado como herencia una manera de ver el arte prescindiendo del autor. A mí eso me parece una falta de respeto, no ya por el autor, que lo es, sino por algo que a mi juicio, a raíz de las vanguardias pero no por culpa de ellas, ocurrió desde principios del s. XX, que es la muerte de la metafísica, el todo vale en arte. Es como el cuento de los hermanos Grimm del rey desnudo, pero en ese cuento, el único que descubre al rey desnudo es el niño, que tiene una mirada no pervertida. Tolkien, en ese sentido, es muy herededo de, Chesterton: la única manera de mirar a las cosas es descubrirlas con los ojos de los primeros. Tú imagínate que mirásemos a un caballo con los ojos del primer hombre que vio un caballo corriendo por la pradera, no es lo mismo.

P: A partir de la película de El Señor de los Anillos ha habido muchas superproducciones parecidas ¿En qué radica ese éxito?
R:
Radica en las cuentas corrientes. Primero, el cine comercial estadounidense, o gran parte del cine comercial estadounidense actual, ha cambiado mucho. Lo que ocurre es que don dinero, poderoso caballero, se ha impuesto y entonces las empresas que producen cine son grandes corporaciones, muchas de ellas en manos de Sony, de Universal, la Twenty Century Fox, la MGM, y Disney. Entonces, vemos El Señor de los Anillos y junto con la película, nos venden un videojuego en el que tú puedes ser Gandalf y vas dando mandobles a los orcos. La razón es que es un atajo, es el camino fácil. Muchos se preguntan por qué leer El Señor de los Anillos, si ya han visto la película. Es el gran argumento que significa que nos hemos dado por vencidos en todo lo que supone un desafío, no solamente intelectual, sino también un desafío emocional. Esto responde a la falta de capacidad crítica, pero crítica en el sentido griego de la palabra krisis. O sea de mirar, de enfrentarte a un conflicto. Es una perversión al arte. Tú puedes comprar un Van Gogh para ponerlo como alfombra de tu ratón y tienes una taza de café con la Monalisa. Ha llegado un momento en el que se hace alarde de incultura. Hemos pasado de un arte que reflejaba una manera de entender la vida, a un arte que refleja una manera de no entender nada.

P: ¿Se podría decir en ese sentido que la obra de Tolkien es el reflejo de la sociedad llevada al extremo?
R:
Yo creo que, como todos los clásicos, las grandes obras de arte y especialmente las de la literatura se convierten en espejos en los que se puede mirar la persona de cualquier época; dentro de cincuenta o de cien años, las personas de entonces y los lectores de entonces, seguirán descubriendo su propio rostro en El Señor de los Anillos, porque es un libro atemporal, como nos podemos descubrir a día de hoy en El Quijote, en La Divina Comedia o en La Ilíada.

P: Usted ha circunscrito esta obra como una obra filológica ¿Por qué?
R:
Porque si analizas la etimología de filología, los filólogos antiguamente eran los amantes de las palabras, pero logos en griego tiene una doble acepción; significa palabra y significa también el designio creativo sobre algo, por ejemplo un arquitecto al diseñar un edificio, lo primero que tiene es una idea, un logos que luego va a poner en práctica. En el caso de Tolkien, al decir que es una obra filológica, a lo que me estoy refiriendo es a que Tolkien llegó a dominar en su vida veinte idiomas y se inventó otros cinco para sus libros; dos de esos cinco los inventó antes de empezar a escribir sus libros y decidió crear un mundo en el que esos idiomas tuvieran una viabilidad semántica. Es antes el lenguaje que la historia porque es antes la idea que lo que representa, de manera que la delimitación del sentido viene no por crear una historia que sea, pues eso, muy interesante, con sus puntos críticos, que todas las buenas historias los tienen.

P: ¿Cómo resumiría la obra de Tolkien?
R:
Esperanza. Por una parte, porque creo que refleja su experiencia vital. Tolkien lo pasó muy mal en su vida, huérfano de padre a los cuatro años, huérfano de madre a los doce, y perdió a prácticamente todos sus amigos en la I Guerra Mundial en las trincheras. Tener esa experiencia del dolor, y encima tirar hacia delante, dan como consecuencia natural, a mi juicio, un modo distinto de entender la historia. El mundo no se divide en buenos o malos, a pesar de aquellos que crean que es así, el mundo es mucho más complejo; entonces el mensaje que se puede rastrear en sus libros es una esperanza que está llena de experiencia personal, de sus propias limitaciones, la experiencia de que todos nos las tendremos que ver antes o después con el dolor, con la muerte, con la separación, pero que la separación no es definitiva. Tolkien definía El Señor de los Anillos como un ensayo de estética lingüística sobre la muerte y la inmortalidad, como una manera de explicar en clave semántica y filológica, pues el último listón que todos tenemos que pasar, es que no somos eternos.

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