No quiero -no puedo- hacer una crítica usual.
No quiero hablar de lo que pasó, o mejor dicho, de lo que se vivió, el pasado sábado en la Cena de los Sentidos en Elche.
No quiero decir que la experiencia fue inexplicable y enriquecedora. Aunque lo fue. Pero eso ya lo han dicho muchos. En realidad, todos los que han hablado de este evento después de vivirlo.
Pero sí quiero hablar de algo que se me paso por la cabeza en ese momento.
Y es que, a pesar de ser evidente, sigue siendo increíble lo vulnerables que somos.
Me explico. En un mundo que pisamos con prisas y en el que el tiempo es la linea fundamental de nuestra vida, nos dejamos lo mas importante: valorar lo que tenemos, disfrutar, y en definitiva, vivir.
En la era del estrés, creemos que lo tenemos todo bajo control. Dejamos de valorar las cosas porque las creemos seguras. Pero ¿qué pasa sí tenemos que prescindir de una de ellas? Pues pasa que, de repente, te encuentras sumido en la oscuridad. Y no sabes que hacer, donde vas, o quien te lleva. Eres un ser indefenso en un mundo que desconoces.
Desesperadamente, intentas dibujar en tu mente las líneas de allá por donde pasas, poniendo cara a las voces que escuchas e intentando saber sí estás solo o en medio de decenas de personas que, en silencio, se preguntan cuál es la mejor forma de entender lo que les rodea si no pueden verlo.
Pero, gracias a Dios, siempre hay gente en la que confiar, y eso hace que la oscuridad no se convierta en un lugar donde se reúne la angustia sino en un espacio sin tiempo en el que extiendes las manos y te dejas llevar. Un lugar donde hay que aprender a vivir con todos los sentidos.
Bueno. Con casi todos los sentidos.
Ahora sí, ya lo he dicho y puedo volver a la experiencia vivida.
Porque no puedo evitar explicar que desde la oscuridad que aparece cuando te pones el antifaz, sin más, te lanzas al vacío y pones la confianza en gente que no conoces, que no has visto nunca y que probablemente nunca verás.
La primera sonrisa aparece cuando, arropada por la música, descubres que puedes confiar, que te puedes liberar de los miedos y dejar que la mente imagine.
Y, en ese momento, la luz aparece.
Sin que te des cuenta.
Aparece con recuerdos que creías borrados, sensaciones que no sabes bien por qué surgen, en un momento donde el tiempo se para, camina despacio, y a la vez pasa tan rápido que no puedes percibirlo.
Y es verdad, hay cosas que ocurren y otras que sólo están en tu cabeza. Pero en ese momento no importa, porque todas son realidad. Todas "pasan".
Risas, melodías, e incluso miedo.
Sensaciones, al fin y al cabo. Todas las que quieras dejar salir. Porque la vida, en definitiva, está compuesta de todas ellas, de alegrías, de lágrimas, de temores, de espinitas pasadas y proyectos futuros, de superaciones, de sonrisas provocadas por imágenes que solo están en tu mente, y todas, si excepción, hay que saber sentirlas. Porque a veces, cuando las ves, no las aprecias.
Solo puedo decir, sin desvelar nada que, desde entonces, adoro la oscuridad reveladora.
P.D. No puedo despedirme sin recordar a todo el que quiera "sentir" esta cena, que el próximo día 14 se repite la experiencia en Elche, en el Jardín Milenio. Vaya, que nos ha gustado por aquí y no queremos que se vayan. En definitiva, sólo puedo decir que hay que vivirla. Si tenéis oportunidad, no os la perdáis.
Que bonita experiencia, aquí en barcelona hay un restaurante de esos, pero aún no he tenido la oportunidad de ir...
ResponderEliminarlo de Barcelona como sucedáneo te podría conformar, si no has conocido otra cosa... pero la que tienes que probar es la auténtica, de la que los demás se han ido copiando, la que se describe en este blog, la que hace el grupo de "Casi todos los Sentidos" por toda España. Te recomiendo que visites su web (www.casitodoslosentidos.com) para ver en qué ciudades son las próximas, y te pongas en contacto con ellos para que te avisen.
ResponderEliminarUn saludo