La búsqueda del ser humano por autorrealizarse no siempre escoge buenos caminos. Nuestra sociedad esconde zonas de sombras que, escondidas tras asociaciones inofensivas, pueden minar la voluntad y la capacidad de cualquiera que, de buena fe, se acerque a ellas. Hablamos de las sectas.
Si buscamos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua el significado de la palabra secta, nos dice, en primer lugar, que es una doctrina religiosa o ideológica que se aparta de lo que se considera ortodoxo y, en una segunda acepción, que es una comunidad cerrada que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos. La primera parte sería, en efecto, lo que se conoce como secta tradicionalmente. Pero si nos fijamos en la segunda parte, ya se habla de aparentar, de poder absoluto, ya se habla de lo que hoy en día se conoce como sectas destructivas.
Cuando pensamos en una secta, lo relacionamos con un grupo de tipo religioso, pero eso no siempre es así, y de hecho, se han puesto de moda aquellosgrupos que hacen creer que se busca un crecimiento personal como excusa para atraer adeptos. Escondidos tras técnicas de coaching y psicoterapia, son agrupaciones que buscan únicamente la manipulación psicológica, la mayoría de las veces, con fines lucrativos. Los perfiles de las sectas y, por supuesto, de sus líderes, han cambiado de forma radical con los años. Desde aquel Jim Jones que convenció a casi mil personas para que se suicidaran hasta los nuevos maestros de Reiki que han logrado arruinar familias enteras, han pasadomuchos años pero, sobre todo, se han vivido muchos cambios sociales.
Estas nuevas sectas han repuntado en los últimos años favorecidas por la crisis, ya que las difíciles circunstancias económicas hacen que muchas personas se vuelvan más vulnerables y busquen nuevas formas de encontrarse a sí mismas, nuevas terapias alternativas, cayendo en ocasiones en brazos de organizaciones que, lejos de querer ayudarles, lo que quieren es manipularles. Por su apariencia inofensiva, los efectos nocivos solo se perciben a largo plazo, cuando es de
masiado tarde. Pueden decir ser cursos de yoga, de reiki o tratamientos terapéuticos milagrosos, pero forman parte de las 150 sectas destructivas que se contabilizan sólo en España.
Las sectas, en especial las destructivas, se presentan como una asociación, con estructura piramidal claramente jerarquizada. La calificación de peligrosas se la ganan cuando comienzan a utilizar el control mental y a aislar a sus miembros, los cuales desarrollan problemas de adaptación, tanto social como laboral o familiar y ven coartada su libertad. Las experiencias vividas pueden incluso hacerles padecer trastornos mentales que no tenían antes de entrar a formar parte de la secta, sobre todo trastornos de personalidad.
Según la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico, un 0,9% de la población española pertenece a una secta. La cifra puede no parecer alarmante, pero si sacamos cuentas, son casi medio millón de personas atrapadas en estas redes, sólo en este país.
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