Hablar de Jim Jones es hablar de un manipulador por excelencia.
James Warren Jones - que era su verdadero nombre - estadounidense, fundó su primer templo en Indiana en los años 50 y luego se mudó con él a California alrededor de los años 60, para trasladarse de nuevo con él a San Francisco en los 70. Su peregrinación buscaba un lugar donde captar más adeptos para su misión, pero también apartar a su comunidad de los rumores de la opinión pública. Desde el comienzo, se autoproclamó reverendo pero rechazó la Biblia y aseguró que él era una divinidad al mismo nivel que Jesucristo.
En su paso por California, convirtió su grupo, bajo el nombre de Templo del Pueblo, en una comunidad agraria cerrada, incomunicada con el resto de la sociedad. La fascinación y admiración de sus seguidores se había convertido ya en lealtad. Luego, en San Francisco, la cosa fue a más y comenzó a realizar curaciones supuestamente milagrosas. Sus seguidores pasaron pronto de admiradores leales a fanáticos. Y en ese estado, ya no había marcha atrás.
La prensa estadounidense denunció en varias ocasiones la explotación a la que sometía a sus seguidores, y las amenazas, tanto para quien intentaba abandonar la comunidad como para sus familias. Sin embargo, él había basado toda su obra en la lucha contra el racismo y en la realización de obras benéficas, lo que le valía no sólo la simpatía de sus seguidores, sino el apoyo de personas importantes de la esfera política del país. Aquello le sirvió durante un tiempo, pero ante la presión de la opinión pública, decidió marcharse de allí con algunos de sus adeptos. Más de 900 personas le siguieron hasta Guyana, al Norte de América del Sur, donde según su doctrina, se construiría el paraíso en la tierra. Una vez allí comenzó a fomentar la idea del Apocalipsis cercano, el final del mundo, y preparó a sus adeptos para una muerte cercana y segura, con la tranquilidad de que ellos estaban junto a la representación de Dios en la tierra.
A pesar de estar fuera del país, los rumores sobre abusos sexuales a mujeres dentro de la secta por parte del líder, la explotación laboral, la esclavitud, y las torturas a niños continuaban horrorizando a la opinión pública en Estados Unidos. Así, se creó un Comité de Familiares Afectados para dar a conocer la verdad sobre Templo del Pueblo. Muchos de los miembros de la secta procedían del distrito electoral del congresista Leo Ryan, quien quiso ir a investigar hasta Guyana. Tras docenas de denuncias, el Comité de Asuntos Exteriores de la cámara de representantes le dio luz verde para que fuese hasta allí.
En noviembre de 1978, Leo Ryan viajó hasta Guyana acompañado de varios periodistas, con la intención no sólo de investigar sino también de ayudar aquellos que querían salir de la secta pero que o no podían, o no se atrevían. Jim Jones intentó impedir la visita, pidiendo incluso ayuda a la Unión Soviética con la excusa de ser comunista y sentirse amenazado, pero como era de esperar, no recibió respuesta.
Ante la situación, decidió darle la vuelta a la tortilla y convocar una fiesta para recibir al congresista. De esta forma, podía demostrar la armonía en la que se vivía en aquel lugar al que ya habían bautizado como JonesTown,la ciudad de Jones. Sin embargo, tras la fiesta, algunos solicitaron irse con el congresista para poder volver a Estados Unidos, algo que fue considerado por el líder como una traición.
Jim Jones les dejó marchar, pero al llegar al aeropuerto, el congresista Ryan y su séquito se encontraron con una sorpresa. Un tractor con una veintena de hombres armados, todos ellos miembros de la secta de Jones, les cortó el paso, y atacaron al congresista y a sus acompañantes, periodistas y miembros de la secta en busca de una salida. Cinco personas murieron allí, incluido Ryan, y los miembros de la secta que querían huir y sobrevivieron fueron obligados a volver. El cámara de la NBC filmó toda la escena, incluida su propia muerte, y otros tres periodistas resultaron heridos, aunque sobrevivieron y pudieron rescatar la grabación.
Ese mismo día, Jones se dirigió a sus seguidores para advertirse de que, tras aquel incidente, lo que él llamaba “las fuerzas del fascismo” destruirían Templo del Pueblo y a todos los que allí vivían, por lo que debían suicidarse antes, irónicamente, para poder salvarse.
Puede parecer una idea descabellada en el pensamiento de cualquiera, y en realidad lo es, pero los años de adoctrinamiento y de control mental a que tenía sometidos a sus seguidores hicieron efecto. Prepararon una bebida a base de cianuro que tomaron todos, algunos por su propia voluntad. Otros pocos que se dieron cuenta de lo que pasaba, fueron obligados a tomarla. También se le dio a los niños y a los bebés, que se calcula eran casi 300, con el beneplácito de sus padres.
En total, 909 personas muertas en JonesTown, que sumaba un total de 914 muertes el mismo día. Por si faltaba poco, por orden del líder, los guardas armados del poblado asesinaron a todos los animales antes de envenenarse ellos mismos. Jim Jones también se suicidó, pero de un disparo en la cabeza. Todo aquel desenlacefue grabado por una cinta magnetofónica oculta, que había colocado el propio líder de la secta. Cinta que, años más tarde, se llegó a comercializar.
Cuando la policía llegó, sólo encontraron vivo a un perro que se había escondido. No quedaba ni una sola vida más en aquel poblado de Guyana. Los seguidores de la secta se hallaban tumbados en el suelo por las calles de Jonestown, todos ellos envenenados.
Un solo hombre, con un control mental destructivo sobre los demás, había provocado un suicidio masivo que, en realidad, fue un asesinato en masa.
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